jueves, 13 de mayo de 2010

Dibujo y pinto coches - Pau Rodríguez

Hispano Europea. Barcelona, 2010
48 páginas, 5,95 €

ESPAÑOLADAS VARIAS

Como se acumulan las novedades patrias, permítanme que repase brevemente algunas de las propuestas que han llegado a las librerías y que demuestran la variedad de la oferta nacional.
Empiezo por Pau, a quien todavía echamos de menos por este periódico. Para mi ya no es lo mismo hojear el Diario de Mallorca y no encontrarme con su chiste diario. En fin, él sigue peleando, cada vez más introducido en el mercado francés. Ahora nos llega la traducción de un manual de dibujo que publicó primero en Francia. Es sobre coches y ya tiene otro publicado sobre dinosaurios. Ambos se adaptan a un esquema preconcebido, que le resta cierta gracia al producto final. Página tras página nos enfrentamos a esa pauta de ocho dibujos, un poco repetitiva sobre todo si la comparamos con lás planchas más abiertas del principio y soñamos con un manual realizado en completa libertad. En todo caso, no hay Pau malo y éste es muy recomendable, tanto para los aficionados al dibujo como para los locos de los coches. Si a su hijo le gusta dibujar, este manual le resultará sin duda muy útil.
Mi segunda elección no es tan satisfactoria. El hijo, de Torrecillas y Alba, es un trabajo fallido. Por un lado por el dibujo. Franceses como Blain, Blutch o Sfar nos han acostumbrado a la idea de que no hay dibujo malo. Pero eso no es del todo cierto. Se puede dibujar con desfachatez y hasta con limitaciones, pero se necesita cierta gracia mínima, cierta expresividad, de la que esta obra carece. Aunque el autor tiene una innegable sensibilidad para el color, el grafismo es demasiado pobre y confuso y complica aún más un guión ya enrevasado. Tiene sus momentos, eso es innegable, con personajes como el sastre o la monja, que no están mal concebidos. El ambiente, esas montañas de la locura que bordean el territorio del sueño o de la pesadilla, son un gran emplazamiento. Pero todo acaba resultando excesivo. Demasiadas entradas y salidas del manicomio, demasiada gente que va y viene... La estructura se desmorona, el dibujo no nos ayuda a situarnos y como lector me rindo, abandono.

Tampoco acierta Juanjo Sáez en Yo, su tercer libro. Si los dos anteriores eran frescos y recomendables, éste parece precipitado, estirado y poco meditado. Tiene sus momentos, por supuesto, no ha perdido todo su talento de golpe. Pero puede hacerlo mejor. Molesta sobre todo esa sensación de que se queda a medias en sus críticas. Entiendo que desee seguir recibiendo encargos. Pero si no puede hablar con libertad, que no cite sus tropiezos con instituciones como El País o Raimon, quedándose a medias en sus chanzas.

Dejo para el final a Max, que publica Las aventuras de Gustavo, en una muy bonita edición integral. No hacía tanto que La Cúpula había reeditado los álbumes de su primer personaje, pero ahora los agrupa en un tomito en tapa dura, absolutamente delicioso. Buen papel para un trabajo que demuestra que Max ya dibujaba bien casi desde el principio. Otra cuestión son los argumentos. No dudo de la actualidad de este héroe antisistema, pero prefiero el arrogante individualismo de Peter Pank. Aunque seguro que muchos de nuestros adolescentes se identificarán con este guerrillero urbano, empeñado en volar centrales nucleares.