Salva Rubio y Loreto Aroca
Planeta cómic, España, 2025
148 páginas, 20 euros
LA NIÑA AUDREY
Después de “La bibliotecaria de Auschwitz”, el guionista Salva Rubio y la dibujante mallorquina Loreto Aroca presentan una nueva obra ambientada en la misma etapa histórica, la segunda guerra mundial.
Esta novela gráfica coincide en ciertos aspectos temáticos con otras dos, muy cercanas en el tiempo. Por un lado, “Cuando cae la noche” de Marion Achard y el también mallorquín Toni Galmés, que describe las terribles vicisitudes de los civiles en la retaguardia francesa. “La guerra de Audrey” muestra las penalidades del pueblo holandés en el mismo periodo y en ambos casos se emplea como testigo-narrador a una niña, que va madurando en el transcurso de la guerra. Si las hazañas de la resistencia francesa han aparecido en diversas películas, la respuesta de los ciudadanos holandeses es menos conocida, sobresaliendo el excelente y duro film de Verhoeven, “El libro negro”. El tono de la obra que nos ocupa es más suave, pero igualmente efectivo.
Por otro lado, en 2024 Ana Miralles y su pareja Emilio Ruiz presentaban “Ava”, donde recreaban la breve pero intensa estancia de la Gardner en Río de Janeiro en los cincuenta. Aquí se nos cuenta la infancia de Audrey Hepburn. Son nuestras modernas divinidades, actrices de fama mundial, sobre las que recae la mirada del narrador para mostrarnos sus grandezas y miserias. Como las redes demuestran constantemente, nos complace tanto admirar como despreciar a estas semidiosas con pies de barro. Son un gancho ideal para unas masas deseosas de comprobar que esas figuras a las que adoran están a altura de la leyenda o, al contrario, disfrutar con sus debilidades. Tanto la veneración como la agresión satisfacen a un público ansioso por imitar a sus modernos mediadores. O a destruirlos. Los guionistas optan por imprimir la leyenda, tanto Gardner como Hepburn salen muy bien paradas. Una se ajusta a su mito de belleza indómita y la otra nos explica de dónde proceden su elegancia, fragilidad y natural dulzura.
Vaya por delante que Aroca realiza un trabajo excepcional. Mantiene algunos de los rasgos que la caracterizan, como es esa carcasa entre Disney y manga, que puede provocar el rechazo de ciertos lectores. A mí no me cabe duda de que su dibujo, que ya ha dado un paso de gigante respecto a su trabajo anterior, va a continuar evolucionando y acabará por encontrar su propio y diferenciado estilo. Pero ahora ya es muy buena. Resuelve problemas muy difíciles, como es el parecido de la actriz a sus versiones infantiles. Al principio de la historia es casi una niña y luego se va convirtiendo en una adolescente. Siempre es Audrey, la reconocemos pero también es expresiva, traduce visualmente sus emociones y resulta muy convincente. El relato explora diversos estratos de la personalidad de la actriz. Se explican sus anécdotas bélicas, como cuando se quedaron sin comida o fue detenida por los alemanes, pero también se presta atención a sus anhelos, a su voluntad de ser bailarina, sus conflictos con su cuerpo y su madre. Y en esos asuntos más íntimos el dibujo tampoco falla. Siempre acompañado por un color climático y acogedor. Por poner alguna pega, los fondos, que son eficaces y sitúan bien al lector, son posiblemente una de las áreas a desarrollar, todavía son “poco europeos”, se echa en falta en algunas viñetas un mayor detalle. Pero es lo único que se podría cuestionar en un conjunto fenomenal donde sobresalen las expresiones y los fragmentos de danza, con una representación elegante y delicada de la joven bailarina.
Lo mejor para el final. Estas reconstrucciones históricas suelen venir acompañadas de guiones más funcionales que dramáticos. Como lo que se nos cuenta es interesante, ¿para qué desarrollar los personajes? Rubio no comete ese error y construye una Audrey muy creíble, muy verdadera. Ayudado por un nutrido conjunto de textos de apoyo que aproximan la estructura narrativa a los tiempos de “El Príncipe Valiente”, construye una novela gráfica tan entretenida como amena y emocionante. No decepcionará a los fans de la Hepburn, a quienes conmoverá sin duda su inteligente final. Tampoco a los interesados en las duras condiciones de los civiles en tiempos de guerra. No se empasta, el progreso dramático es constante a lo largo de la obra. También maneja muy bien la interacción entre los problemas externos e internos de la protagonista, consiguiendo que nos preocupemos por ella y admiremos su evolución y crecimiento. Todo está bien contado y sin tonterías. Un trabajo mayor que no deberían perderse.