viernes, 22 de abril de 2016

TOMOJI de TANIGUCHI

Tomoji de Jiro Taniguchi, edita Ponent Mon manga Japón
Ponent Mon, 2016.
176 páginas, 20 euros.

VIDA EN EL CAMPO

Taniguchi vuelve a deslumbrarnos con una historia cotidiana y muy local, la diminuta vida de una campesina que se sobrepone a dramas y contratiempos a través de la resignación y la compasión hacia sus semejantes.


Suena muy trascendente pero en realidad la maestría de Taniguchi consiste en evitar toda solemnidad. Nos desvela algunas claves en la entrevista que se incluye al final. El proyecto partió del santuario al que solía acudir acompañando a su mujer. Le propusieron contar la vida de su fundadora y él aceptó el encargo, si se le concedía la libertad de hacerlo a su manera. Así que contrató a un guionista y se preocupó por descartar todo aquello que le desviase de la construcción de su personaje. Lo que consigue se aleja mucho de una “vida de santo” al uso. Al contrario, sorprende por su sencillez y contención.

El arranque es estremecedor, con la muerte irrumpiendo de forma desoladora en la vida de la joven protagonista. A la inconsolable pérdida se suma el abandono de la madre, incapaz de cargar con sus retoños y que, literalmente, se da a la fuga. Empieza así una dura vida de trabajo con la abuela. Las tareas en el campo se alternan con los esfuerzos para ir a la escuela y otras tragedias familiares que puntúan esa penosa existencia. Sin embargo Tomoji no se queja, escucha y aprende. Es espabilada y sabe cómo usar su inteligencia para facilitar la vida de los demás. Su abuela constituye un gran ejemplo, nunca desfallece y su capacidad para encajar los avatares de la vida es fruto de una gran fuerza interior. Como Tomoji, se esfuerza por solucionar los problemas de quienes la rodean.

Todo es pequeño en este volumen y, al tiempo, enorme, pleno de sentido. Es difícil hablar de la importancia de los gestos mínimos sin resultar ridículo o cursi pero Taniguchi parece moverse con facilidad en esos quebradizos terrenos. Ya lo ha demostrado repetidas veces en el pasado. En ocasiones ese gusto por los sucesos menores le ha llevado a tebeos demasiado introvertidos, irrespirables o monótonos. Pero, cuando acierta, logra que lo local y lo universal se toquen y nos reconozcamos con un estremecimiento en esa campesina japonesa de principios del siglo pasado. Y esa no es una magia al alcance de cualquiera.

Tomoji de Jiro Taniguchi, edita Ponent Mon
El autor emplea su habitual estilo de dibujo, preciso en los fondos y atento a las expresiones, eminentemente narrativo. Cabría recordar cómo sintetiza los intereses de dos maestros anteriores. Por un lado Tezuka, de quien hereda el amor hacia la naturaleza como contexto a respetar y que en gran medida explica nuestra posición en el universo, donde hemos sido situados para dar testimonio de su belleza. Pero también comparte con el guionista Kazuo Koike la capacidad para describir los entresijos y pasiones del alma humana. Si en aquel esas emociones son explosivas y estremecedoras en Taniguchi se enmarcan en un discurso en general más contenido. Un buen ejemplo es todo el episodio del compromiso de Tomoji con su futuro marido. Es una historia de amor apasionado, casi ciego, que el autor describe como su primera incursión en ese terreno. Pero al tiempo es todo de una mojigatería asombrosa, sin un gesto ni un roce de más.

En fin, yo diría que el álbum habla de alegría, de toda la felicidad que puede extraerse de la vida pese a los sinsabores que acompañan a toda persona en su recorrido por este valle de lágrimas. Pero Taniguchi y sus creaciones parecen empeñados en demostrar lo contrario. También hay risas y momentos de placidez que deben ser respetados y recordados. Amen.