viernes, 25 de marzo de 2011

STRANGE SUSPENSE de DITKO


Strange Suspense de Steve Ditko. Edita Diabolo
Diábolo Ediciones. Madrid, 2010
238 páginas. 34,95 euros

CUANDO A ES A



Steve Ditko es uno de los dibujantes más peculiares del siglo XX. Ahora se publica un volumen que permite echar un vistazo a la primera etapa de su carrera.


Existe un documental de Jonathan Ross para la BBC que repasa toda la trayectoria de este creador. Al final, con la ayuda del conocido guionista Neil Gaiman, intentan entrevistarlo en su oficina de Manhattan. Ditko viene a ser algo así como el Salinger del comic y su fama es merecida. Recibe a los dos flemáticos ingleses, les regala unos tebeos, pero se niega a ser grabado o fotografiado. Lleva años esforzándose por permanecer apartado de la curiosidad pública e insistiendo en una premisa que comparte con otros autores: todo lo que tiene que decir ya lo ha hecho a través de su obra.

Spiderman de Steve Ditko
Nacido en Pensilvania en 1927, coincidió con otros brillantes compañeros de generación como Kurtzman, Severin o Wood en la Escuela de Artes Visuales de Nueva York. Como ellos, se matriculó gracias a una beca del ejército. Allí su primer mentor, el dibujante de Batman Jerry Robinson, invitó al joven Stan Lee a dar una conferencia y parece que fue así como se conocieron. Antes de que juntos crearan los personajes por los que serán recordados, Spiderman y el Doctor Extraño, tuvo ocasión de curtirse en las innumerables editoriales que surtían de revistas el exótico mercado del comic de los cincuenta.

En Strange Suspense podemos disfrutar con la brutalidad de muchas historietas realizadas justo antes de que los editores se autocensuraran creando el Comics Code, una regulación interna devastadora para la industria, que ya no levantaría cabeza hasta la siguiente década.

Este recopilatorio es correcto, aunque basta compararlo con otros esfuerzos recientes, como The Art of Steve Ditko de Craig Yoe, con un formato mayor, para darse cuenta de que la reproducción del color es mejorable. Pero el material que se nos ofrece es tan bizarro y estimulante que no conviene quejarse mucho. Más bien jalear la aparición de estas rarezas y confiar en que alguien se atreva a traducir otras etapas del autor, que permanecen inéditas por aquí.

Fanzine de Steve Ditko


Lo que mejor conocemos es su breve pero intensa estancia en Marvel en los sesenta. Spiderman aparece en Amazing Fantasy nº 15 (1962) y pronto consigue su propia revista. El Doctor Extraño se presentó en Strange Tales nº 110 (1963) y Ditko también participó en otras series como Iron Man o Hulk. Aunque no tardó mucho en abandonar la editorial, tan breve recorrido le bastó para cimentar su leyenda. Los lectores ya no olvidarían a aquel dibujante de aire estilizado, con manos siempre dibujadas en gestos imposibles y unos acabados tan limpios y contrastados como poco realistas. 

The art of Ditko de Graig YoePor no mencionar la imaginación que derrochaban los escenarios místicos por los que paseaba Extraño o lo alucinante de algunos de sus comparsas. En cuanto a Spiderman, la clave era la empatía que desprendía aquel quinceañero atrapado siempre entre graves dilemas morales y al que directamente sepultaría bajo maquinaria en el célebre nº 33, una apropiada metáfora visual de la angustia que aplastaba al personaje.


Como es sabido, tras abandonar Marvel por discrepancias con Stan Lee, Ditko desarrolló una errática carrera en la que creó varios personajes que nunca consiguieron el impacto de sus héroes en Marvel. Aunque algunos como Question disfrutaron años más tarde de un renacimiento en manos del brillante Dennis O’Neil, en general ni Hawk and Dove, Creeper, Stalker o el Destructor alcanzaron la fama del mago que vivía en Greenwich Village o del atribulado trepamuros. En relación con la eterna disputa sobre el origen de Spiderman, son muy interesantes las palabras de Lee en el citado documental. Con su cortesía habitual, reconoce los méritos de Ditko en su creación visual… pero afirma que el concepto original fue sólo suyo.


Autoretrato de Steve Ditko
El personaje más controvertido de Ditko tras abandonar Marvel fue Mr. A, un justiciero enmascarado que dibujó para el fanzine de su amigo Wally Wood, witzend (1967). Se ha repetido en numerosas enciclopedias que allí expresó sus ideas de extrema derecha, con un héroe a la manera de Harry el sucio, un tipo que no distingue las zonas grises y que castiga a los malos sin atender a circunstancias atenuantes. Alan Moore reconoció haberse inspirado en él para crear a Roschach, uno de los protagonistas más populares de Watchmen. Preguntado Ditko al respecto declaró: “Ah, sí, es ese héroe que es como Mr. A, ¡pero que está loco!”. Moore se reía al contar la anécdota porque para todos los miembros de su generación Mr. A es el enfermo mental.

Para explicar las ideas reaccionarias de Ditko se cita a Ayn Rand, la escritora que dio lugar al movimiento objetivista y cuya influencia el dibujante nunca ha negado. De hecho hay quien afirma que se enamoró de ella y que esa es la razón por la que siempre ha permanecido soltero. Como fuere, tanto Mr. A como la señora Rand cambian bastante cuando se estudian de cerca y no a partir de comentarios ajenos o de fuentes secundarias. El primero es una rareza, pero no tanto en el universo de Ditko. Su radical discurso en torno al bien y el mal ya impregna las planchas de Spiderman. Lo que ocurre es que Mr. A supone un paso más en la línea lógica establecida por Rand. Hay que defender al inocente y castigar al culpable. En una escena una asistenta social intenta ayudar a un delincuente, que la premia pegándole un tiro. Interviene entonces el héroe y el malo queda colgando del asta de una bandera. Incluso entonces ella defiende al jovenzuelo, ante la impasible mirada de Mr. A, que se la lleva a un hospital mientras el malo se despeña.


Ayn Rand
En los siguientes episodios Ditko despliega sus argumentos en historietas narrativamente interesantes pero discursivas en exceso. No es de extrañar que sus lectores le abandonaran cuando se revisan las proclamas que suelta en diferentes entregas de witzend. Discursos sobre la neutralidad, la vida y la muerte, la violencia… Demasiado para los jovenzuelos que se habían identificado con las penurias de Peter Parker, el eterno adolescente, y que habían alucinado con los psicodélicos fondos del Dr. Extraño. Fondos que, por supuesto, no surgían del consumo de drogas como algunos suponían, sino tan sólo de su imaginación.

Más recientemente, Ditko ha continuado publicando panfletos que agrupan material diverso. En algunos de ellos ajusta sus cuentas pendientes con Lee, al que acusa directamente de aprovecharse de su trabajo. Llega a incluir la carta pública en la que el editor reconocía sus méritos y su participación en la autoría de Spiderman. Todo esto en medio de una marea de planchas en las que apenas se incluyen dibujos y dominan rótulos con conceptos como “justicia”, “verdad”, “miedo”, etc. Considero que aún deben pasar algunos años para poder juzgar con objetividad estos últimos trabajos de Ditko.


Los que vivimos de Ayn Rand>
 La obra de Ayn Rand también es algo más compleja de lo que algunas reseñas pueden hacernos suponer. Nos cuenta su juventud en la Rusia soviética, paraíso socialista del que huyó en 1926 para refugiarse en los USA. En Los que vivimos (1936), su primera novela, ya percibimos la fuerza de su narrativa y la inteligencia a la hora de transmitir sus ideas. No puede decirse que sea partidaria de los regímenes totalitarios, como conocedora de primera mano de sus virtudes. Sin embargo, sus personajes se alinean desmintiendo sus antipatías personales. 

Tenemos a la protagonista, como en sus siguientes novelas una mujer fuerte y poco convencional, un trasunto de la autora. Aquí se enamora de un decadente aristócrata sólo porque eso es lo que más molesta a un sistema que desprecia. Pero después el comisario encargado de vigilarla resulta más humano y digno de compasión que ese novio hundido en la autocompasión y sin ninguna virtud apreciable, más allá de su belleza exterior.


Himno de Ayn Rand
Luego vino Himno, un relato que primero fue concebido como obra de teatro y que padeció muchas dificultades editoriales. Vio la luz en Inglaterra en 1937, mientras que en los USA era rechazado. La novela describe un futuro distópico donde la humanidad ha vuelto a la Edad Media y la palabra “Yo” está prohibida, todo se hace en nombre de un impersonal “Nosotros”. 
Sorprendentemente, en el país del individualismo está narración permaneció censurada casi una década. En 1946 apareció una primera edición, luego se editó en tapa dura en 1953 y finalmente en 1961 alcanzó un público masivo con una nueva edición como libro de bolsillo. En 1995 ya había vendido dos millones y medio de copias. Para la misma Rand Himno era una suerte de ensayo general, de acercamiento un tanto poético a muchos de los conceptos que desplegaría en sus entregas posteriores.



El Manantial de Ayn Rand
Más intensa resulta El Manantial (1943), sin duda su trabajo más popular en España, entre otras razones porque al año siguiente de su publicación fue llevada al cine por King Vidor, con Gary Cooper en el papel del arquitecto Roach. Es un relato abrumador lleno de secuencias subyugantes. Si la película es excelente, en la novela podemos apreciar algunas sutilezas perdidas en la síntesis cinematográfica. 


Como la actitud de la autora ante el movimiento moderno, que critica abiertamente en su vertiente europea, frente a la vitalidad de ciertos creadores americanos, como Sullivan o Lloyd Wright en quien su protagonista se inspira sin disimulo. Mención aparte para secundarios como el crítico, un gusano que dice hablar en nombre del pueblo pero que finalmente defiende sus propios intereses, ocultos entre una hojarasca de palabrería sin contenido real. Todo el apasionante pasaje de la catedral, la estatua y el escultor desaparece de la adaptación fílmica y es una parte importante del libro.


Como en su primera obra, El Manantial está llena de personajes heroicos, que luchan contra circunstancias adversas sin dudar jamás, atentos solo a su propio criterio y a una voluntad que les permite sobreponerse a los peores inconvenientes. La autora lleva estos parámetros hasta el límite en su obra maestra, La rebelión de Atlas (1957), que primero pensó en llamar La huelga. De nuevo la protagonista es una mujer fuerte y apasionada, en este caso rodeada por un pelotón de inútiles que apenas pueden tolerar su presencia ya que ella pone en evidencia la vacuidad de sus vidas.


La virtud del egoismo de Ayn Rand
Esta es la obra más “filosófica” de Rand, donde sus ideas se transmiten de forma explícita, pero, salvo en el interminable discurso de su héroe John Galt, no permite que esos conceptos anulen la fuerza dramática del relato. Más adelante tuvo ocasión de desarrollarlos en diferentes ensayos con nombres tan provocadores como La virtud del egoísmo (1964), Capitalismo, el ideal desconocido (1966) o Filosofía ¿Quién la necesita? (1982). También definió sus principios estéticos en El manifiesto romántico (1969). Si no tienen suficiente con todo la anterior, prueben con El nuevo intelectual (1961). Todas estas obras han sido traducidas al español y publicadas por la editorial argentina Grito Sagrado, que las ha envuelto con una estética Art Decó apropiada para los temas que tratan, pero que no obstante les aporta un indefinible aire religioso, como de secta, que no creo fuera del gusto de la autora.

La rebelión de Atlas está llena de momentos intensos como el primer viaje de Dagny y Rearden en la línea John Galt, la visita de la protagonista al valle en que las personas más brillantes de la tierra se han refugiado, todos los pasajes amorosos entre Dagny y Rearden… 
La rebelión del Atlas de Ayn RandEs un trabajo monumental que describe un mundo no muy diferente del actual. Cuando revisamos esos capítulos en que se nos cuenta cómo la crisis económica va diezmando las fuerzas del país nos sentimos en unos escenarios familiares, donde los irresponsables están al mando y los hombres capaces son relegados o abandonan sus puestos por la impotencia que les provoca ver a los más ineptos dirigir las empresas, las fábricas, las compañías y todo lugar productivo del que pueda extraerse un beneficio rápido y fácil. Aprendemos a distinguir a los vagos y maleantes que en nombre del bien común consiguen llevar a una sociedad a la ruina. Es también una potente declaración anticristiana, al menos contra uno de sus argumentos, que ha sido recogido por otras creencias no estrictamente religiosas. Me refiero a la compasión hacia el débil, que Rand niega señalándola como fuente de todo mal.

Muy al contrario, defiende el egoísmo, un egoísmo lógico y creativo como motor de toda sociedad libre y próspera. Por eso sus héroes son músicos, industriales, inventores, empresarios… aquellos que mueven el mundo y que pueden, en cualquier momento, detenerlo. Esta es la última gran novela sobre el progreso, una ilusión para muchos autores, que lo niegan incluso atribuyéndole adjetivos tan despreciables como “sostenible”. Rand no tiene esos problemas, ni sus héroes. Escupen sobre el relativismo y la subjetividad afirmando la existencia de una realidad ajena e independiente del espectador. A es A. Eso les permite vivir una vida plena y fructífera. Y enfrentarse al mal, que se presenta bajo la forma de los saqueadores, tipos incapaces de tener una idea o de trabajar con sus manos y que desarrollarán teorías que les permitirán vivir de los logros ajenos, en nombre de abstracciones como “la sociedad” o “el pueblo”.

Con semejante panorama conceptual resulta comprensible que ni Rand ni sus seguidores como Ditko fuesen bien recibidos. Pero las palabras de una y los dibujos del otro aún nos alcanzan y conmueven mientras la fuerza de sus ideas permanece y se abre camino en la maraña creada por la falsa compasión y la negación del individuo. La Rebelión de Atlas arranca con una pregunta: ¿quién es John Galt? Yo les animo a que descubran la respuesta. Merece la pena.

Ayn Rand murió de un ataque al corazón el 6 de marzo de 1982. Fumadora compulsiva, había sobrevivido a un cáncer de pulmón en 1974. A su entierro asistieron algunos de sus más fieles seguidores, como Allan Greenspan, que en su juventud escribió libros defendiendo la vuelta al patrón oro y que en su madurez se convirtió casi en el reverso tenebroso de las doctrinas liberales apoyadas por su mentora. El ataúd de Rand fue coronado con un adorno floral que formaba el signo del dólar.

Mientras, su alumno y admirador Steve Ditko todavía permanece en pie, ensimismado en su trabajo y completamente ajeno a lo que el mundo pueda pensar o decir de él, como el perfecto héroe randiano. Es uno de los últimos supervivientes de una generación milagrosa, que redefinió el mundo de la fantasía poblando nuestra imaginación de nuevas y salvajes visiones. Algunos de sus compañeros se quemaron con rapidez, como Wally Wood (1927-1981), nacido el mismo año que él. Frazetta (1928-2010) y Al Williamson (1931-2010) nos abandonaron el pasado año, como un aviso de que toda una época y su memoria está a punto de desaparecer. Junto con Ditko permanecen en pie tres de los últimos gigantes, tres especialistas en el género bélico: el veterano John Severin (1921), el gran Russ Heath (1926) y su amigo Joe Kubert (1926). A ellos podríamos añadir algunos nombres más, como Cardy o Romita. Pero el tiempo se agota…
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viernes, 18 de marzo de 2011

JULIA de BERARDI, VANNINI y ROI

"Julia" de Berardi, Vaniini y Roi, edita Aleta.
Aleta Ediciones
Valencia, 2011.
256 páginas. 13 euros

C.S.I. DESDE GÉNOVA




Llevaba años esperando esta serie policíaca escrita por el genovés Giancarlo Berardi. Finalmente, alguien se ha atrevido a editarla aquí.


No es que sea buena, es que es mejor de lo que se podía sospechar. Por un lado el dibujo no decepciona. Tras su “divorcio” con el talentoso Milazzo, un artista prodigioso que le acompañó en gran parte de su trayectoria profesional en series como Marvin el detective o Ken Parker, nos temíamos que no encontrase otro compañero a la altura de éste. Pero no ha sido así. Berardi ha sabido rodearse de un equipo de dibujantes que demuestran que en Italia todavía se conserva muy viva una sólida tradición de dibujo realista en blanco y negro. Sus colaboradores cumplen con creces, ofreciéndonos buenas actuaciones, un dibujo descriptivo y preciso con los escenarios y un expresivo entintado que favorece los contrastes de luces y sombras. Exhiben algunas de las mejores cualidades de Milazzo, sin caer en sus excesos impresionistas, una de las razones esgrimidas por el guionista para romper con él. El arte de Milazzo había llegado a ser tan evanescente que apenas se podía seguir la historia. No ocurre esto con los actuales socios de Berardi, profesionales de narrativa sólida y directa, sin distracciones.

Aunque, como ya habrán podido suponer, aquí lo más importante es el argumento. Berardi contaba que, tras pasarse tantos años con Ken Parker, necesitaba abandonar el western y recorrer otros territorios. Fue entonces cuando decidió volver a la universidad para matricularse en criminología. Así podía obtener la base necesaria para escribir con seguridad sobre el género negro que se proponía conquistar. El resultado de ese esfuerzo es Julia, una serie para la que escribe cientos de páginas al mes, razón por la que se ve obligado a trabajar con varios artistas a la vez. La protagonista tiene la cara de Audrey Hepburn y su chacha se parece a Whoopi Goldberg, algo que no sorprende en una ficción cargada de referencias cinematográficas.

Berardi transita todos los clichés del género, de los enfrentamientos entre la investigadora privada con la policía a la búsqueda de pistas, muchas de las cuales acaban resultando falsas, hasta los peligros a los que habitualmente se enfrentan quienes como Julia meten sus narices donde nadie les llama. Las aventuras oscilan entre la tradición policíaca más clásica, con sus pesquisas para determinar quién es el asesino, y el enfoque más social de la novela negra. La propia Julia tiene ocasión de reflexionar sobre los impulsos criminales y su origen, personal o social. Berardi es lo bastante hábil e inteligente como para no ofrecer respuestas concretas ni perderse en discursos. Deja que sus personajes actúen y enseguida nos sumergimos en la acción, dejándonos llevar por nuestras emociones.

Por el camino el italiano demuestra porqué sigue siendo el mejor guionista de la vieja Europa. Con ideas como esa relación entre Julia y un novio al que no llegamos a ver, sólo se le escucha a través de diferentes llamadas de teléfono y por las noticias que otros nos ofrecen sobre él. A pesar de esa invisibilidad, al final es como si lo conociéramos. O esa forma tan sutil de prestar atención a personajes secundarios como ese policía que se deja comprar porque tiene a su mujer en el hospital, un pequeño drama que ayuda a puntuar la aventura principal. Por supuesto todos los protagonistas, héroes y villanos, están descritos con esa veracidad que transmite toda la obra de Berardi, que además va dejando cabos sueltos y deslizando detalles que sabemos engarzará con cuidado en posteriores episodios.

Julia es una obra de madurez, un trabajo muy grande, la labor de un maestro que no deberían perderse.
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viernes, 11 de marzo de 2011

Chico y Rita. Mariscal y Trueba

CINE, CÓMIC Y TODO LO DEMÁS

Chico y Rita
Mariscal y Trueba
Sins Entido. Madrid, 2010
210 páginas, 22 euros

La pasada edición de los Premios Goya nos recordó la relación establecida este año entre el séptimo arte y el llamado noveno, los comics o tebeos. El Gran Vázquez, que narraba las andanzas del conocido dibujante de quien recientemente se reeditaba su Familia Cebolleta, se colaba en la categoría de Actor de reparto. Como todos ustedes sabrán, no fue Álex Angulo el que conquistó dicho galardón sino Karra Elejalde. María y yo, dirigida por Félix Fernández de Castro e inspirada en el comic de Gallardo del mismo título, aspiraba al premio al mejor Documental, hasta que Maragall se cruzó en su camino. Finalmente, Chico y Rita, la película creada por F. Trueba, J. Mariscal y A. Errando, era galardonada como mejor film de animación del año.

En este último caso la relación con el cómic se produce al revés. Una vez producida la obra y antes de llegar a nuestras pantallas, grandes y pequeñas, se adelanta su adaptación como novela gráfica. Algo que no sorprenderá a los seguidores de Mariscal, un talento multidisciplinar que siempre ha coqueteado con el medio. También con la animación, que ha estado presente en su carrera en forma de series de dibujos, como aquella de Cobi, donde pudo contratar a algunos de sus colegas de El Víbora. Como Mediavilla o Gallardo, que aseguraba sentirse feliz porque uno de sus amigos había triunfado. Luego vinieron algunos videoclips y de una manera natural todos esperábamos que concluyese realizando un largo. Finalmente ahí lo tenemos, de la mano de Fernando Trueba con quien ya había colaborado con una espléndida gráfica para Lágrimas negras y Estudio 54. Ambos confluyen en una temática que parece obsesionarlos, esa música afrocubana de los 50 y su pervivencia en la actualidad.

Chico y Rita, al menos en su adaptación como historieta, no es tanto una obra de autor como de estudio. En los créditos podemos asomarnos al largo listado de artesanos que firman su dibujo y color. Aunque todo nos remite a los clásicos mundos de Mariscal que asoman incluso en la forma de auto-homenaje, como ese accidente que tanto nos recuerda su clásico choque de vehículos, que fue historieta, luego póster y hasta escultura. Sobre esto último puedo contar una anécdota: un alumno me contaba que, trabajando en Spanair, le tocó ayudar como voluntario a los familiares de las víctimas del tristemente célebre accidente de Barajas. Pues bien, en el hotel donde se concentraban se podía ver una versión de esta imagen que, en aquel contexto, resultaba dramáticamente inaceptable. Casualidades de la vida y el arte.

En general el tebeo resulta demasiado contenido. La gama cromática carga con esa oscuridad que de alguna forma acompaña siempre al color digital. Todo está realizado con cuidado y gusto pero el argumento no consigue despegar. Ya hemos visto en demasiadas ocasiones esta historia de éxito y fracaso, de amores y abandonos, esos eternos conflictos que protagonizan la vida de tantos músicos. Hay muchas secuencias musicales y de persecución que, me imagino, quedarán muy bien en la gran pantalla. Pero en la página impresa, cada vez que leemos el plan-plan-clin-clan del piano resulta más bien ridículo. En fin, no es una novela gráfica indigna, pero tampoco despierta mi entusiasmo, oscilando entre lo previsible y lo monótono, con unos personajes que no llegan a construirse como tales, arquetípicos en exceso. Confiemos en que su versión en movimiento sea algo mejor.
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viernes, 4 de marzo de 2011

Pecados veniales 2. de Pins y Mazaurette

PECADORES Y PECADORAS



Pecados veniales 2
Arthur de Pins y Maïa Mazaurette
Dibbuks. Madrid, 2011.
96 páginas. 15,50 euros

En 2010 Arthur de Pins nos sorprendía con Pecados Veniales, un álbum donde mezclaba chistes picantes con unos acabados digitales tan limpios como agradables.

Sus personajes son auténticos muñecos, flexibles y divertidos, tiernos y cercanos, arropados siempre por un color eficaz y un humor que si no consigue arrebatarnos carcajadas, sí que logra fijar una sonrisa cómplice en nuestro rostro hasta que concluimos la lectura. Por ese primer recopilatorio recibía el Premio Haxtur al Humor en el Salón Internacional del Cómic del Principado de Asturias (Gijón).

Después llegó Zombillenium, un trabajo que mantenía algunas de sus constantes gráficas, comenzando por su impactante portada, un primerísimo primer plano dramáticamente moldeado por una luz muy contrastada. Pero por otro lado abandonaba las páginas autoconclusivas para contarnos una historia larga, de la que hasta ahora sólo conocemos ese primer tomo. Aunque el humor no desaparecía, no era tampoco protagonista de un relato con zombies, hombres lobos y hasta el mismísimo Satanás. Un experimento curioso cuyos resultados son inciertos.

Ahora vuelve con sus Pecados Veniales, en una versión corregida y aumentada y acompañado por una nueva socia, la sexóloga Maïa Mazaurette. Quizás debido a esto el énfasis se desplaza de los personajes masculinos a Clara, una chica que empieza apareciendo en algunas planchas sueltas, para acabar copando más de la mitad del volumen. Y es que aquí también se abandona la estructura de páginas aisladas para contarnos un relato algo más elaborado. En realidad, no del todo, ya que pueden leerse las planchas por separado y muchas funcionan como gags completos. Pero por encima de esa característica, se nos cuenta una historia más larga y compleja cuyo final conocemos desde el principio: Clara y Artur acaban liados. A partir de ahí se retrocede en el tiempo para explicar cómo tal cosa es posible.

Todo empieza con una apuesta, la pareja protagonista decide mantenerse casta hasta el día de la boda de una amiga común. Desde ese momento ambos recurrirán a los trucos más sucios y picantes para conseguir que el otro pierda el envite. Por el camino se suceden los chistes sexuales y las situaciones subidas de tono, cuyo clímax lo constituye el viaje a Budapest, donde cualquier cosa es posible. Se modula bien la progresión dramática, en este caso más bien humorística, hay un rico reparto de secundarios, las tramas entre ellos se lían sin confundir al lector y el resultado es un tebeo entretenido para adultos en el que brilla con luz propia el sofisticado trabajo de Arthur de Pins.

Quienes quieran conocer algo más de su labor tan sólo deben asomarse a su página web, http://www.arthurdepins.com/, donde pueden verse muestras de sus encargos publicitarios y editoriales. En ocasiones nos recuerda a una suerte de Jordi Lavanda que dibuja mejor y tiene una gama cromática más amplia y cálida. Pero comparte con aquel un cierto aire sofisticado y frívolo. Sus historietas resultan tiernas y atmosféricas, sus personajes divertidos y sus chicas siempre neumáticas y atractivas. Sin duda Arthur de Pins es un tío cachondo, pero más en el sentido humorístico que en el sexual. En su caso el sexo es sobre todo otra herramienta para hacernos reír. Lo cual resulta muy saludable.
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